Si algo tengo claro tras jugar a es que no es un título que busque reinventar la rueda. Se nota desde el primer momento que nació como un
DLC de Dying Light 2 y que, tras crecer en contenido, Techland decidió lanzarlo como juego independiente. Eso tiene sus ventajas y sus inconvenientes: por un lado, todo resulta familiar y cómodo para quienes ya hemos pasado horas en la saga; por otro, la sensación de estar ante algo demasiado continuista es inevitable. El
mapa más pequeño, con mucha menos extensión aunque con posibilidades para entretenerse que en entregas anteriores, refuerza esa idea de expansión más que de secuela completa.
La gran novedad, y lo que realmente marca la diferencia, es la posibilidad de
convertirse en bestia. Esta mecánica no solo aporta un soplo de aire fresco al combate, sino que también cambia la forma en la que afrontas las persecuciones nocturnas y los enfrentamientos contra enemigos más poderosos. Poder alternar entre la agilidad humana y la brutalidad de la bestia añade una capa estratégica que me ha parecido muy divertida, sobre todo porque cuenta con su propio árbol de habilidades. Es cierto que no llega a revolucionar el género, pero sí consigue darle un toque distintivo que lo separa de otros juegos de zombis como Dead Island 2, donde la acción es más directa y menos variada.
Más allá de esta transformación, la
innovación se queda corta. El parkour sigue siendo espectacular, pero no deja de ser una evolución de lo que ya vimos en Dying Light 2, con la diferencia de que ahora la física está más trabajada y exige mayor precisión. La historia, centrada en la venganza contra El Barón, cumple sin sorprender, y las misiones secundarias repiten esquemas conocidos: limpiar zonas, rescatar NPCs o buscar recursos. No es que esté mal, porque funciona y engancha, pero no puedo evitar pensar que Techland tenía margen para arriesgar un poco más. Quizás en Dying Light 3...
El resumen es que a pesar de algunos detalles que Techland ha añadido para hacer la experiencia más fresca, es un juego que apuesta por lo seguro. Su
creatividad brilla en momentos puntuales, como la transformación en bestia o ciertos detalles de diseño en los escenarios, pero en conjunto se siente más como una extensión natural de la saga que como un salto adelante. Para mí, eso no es necesariamente malo: si disfrutaste de los dos anteriores, aquí encontrarás más de lo mismo con un par de giros interesantes. Pero si buscas una revolución dentro del género, este no es el título que lo va a ofrecer.